Sesión - LAS ALGAS ROJAS
Men bondage. Chicos atados. El sol apretaba fuerte ese día de verano, y decidí pasar el día en zonas de bosques sombríos por refugiarme de ese horno, pero era tan intenso el calor que se sudaba hasta en la sombra. De lejos se divisaba un río, y sin saber su nombre ni sus características me acerqué por darme un baño y refrescarme. Aprovechando la soledad del lugar, decidí mojarme desnudo. El agua arrastraba los sedimentos de las fuertes lluvias en los días anteriores, y la temperatura del agua en esas altitudes de la montaña es bastante fría. Te invitaba a entrar poco a poco, porque casi era como meterse dentro de un lago glaciar, pero el alivio que dio sobre ese infierno de agosto valía la pena arriesgar el resfriado. |
Corrían las corrientes por el centro del río con fuerza, y el río despistaba en su profundidad. Había tramos en que el agua te llegaba sólo por el tobillo. En otros tramos llegaba por encima de la rodilla, y había trozos en los que la profundidad alcanzaba casi el pecho, y la corriente te arrastraba. Busqué un tramo tranquilo sin peligro donde poder nadar aunque fuese pocos metros y zambullirme hundiendo hasta la cabeza, y lo encontré en un rincón donde el río formaba un recodo en forma de media luna. |
Nadé sorteando las cañas que venían a flote arrastradas por el río, esquivé las islas de hierbas y maleza que vive en su ribera, y me zambullí en un trozo donde, por la casi nula visibilidad, me enredé con sus ovillos de algas. Apenas estuve bajo el agua unos diez segundos, pero fue tiempo suficiente para que se enredaran por mi cintura, rodearon mi cuerpo, y hasta se enredaron por encima de los hombros. Emergí por recobrar aire, que los seres humanos no somos por naturaleza animales acuáticos que podamos vivir bajo el agua, y al abrir los ojos vi todo el lío que tenía por mi cuerpo. El agua me cubría todavía por el ombligo, y notaba como una especie de hilo y nudo en la parte baja de mi lumbar, donde termina la espalda y empieza el culo. Llevé las manos atrás para romper ese trozo de alga, pero el río la arrastró con tanta fuerza y rapidez que sin apenas darme cuenta se enrolló por mis muñecas juntas. El remolino que generó hizo que diera vueltas en horizontal y las posteriores en vertical, y de repente sentí la extrañeza de mis manos atadas a la espalda. |
Tiré adelante para salir algo del río y empujar con fuerza, pero ya en zona de poca profundidad tropecé y caí sumergido de nuevo. Rápidamente me levanté con las rodillas, pero al querer mirar vi que se me había enredado un trozo de tela en los ojos con tal fortuna que me había dejado con los ojos vendados. Un objeto había entrado en mi boca al querer respirar, y la fuerza del agua dio la casualidad de que abrochó la hebilla detrás de mi nuca. Otras algas se enredaron por mis piernas, y entonces me quedé perplejo, pues por el cúmulo de casualidades había acabado sin saber cómo atado, amordazado, y con los ojos vendados. Luché por quitármelo sin moverme de lugar para no volver a tropezar, porque tan atado me sería complicado salir del agua, pero las algas húmedas se habían solidificado como si fueran hierro o cadenas, y me resultaba imposible desatarme. Las ataduras bondage eran perfectas, eficaces, notando otra atadura en los codos de la cual no me había percatado hasta ese momento, y me dije que tenía que pensar cómo poder liberarme. |
La estrategia fue aprovechar el horno de calor y el agua fría para mantener mi temperatura corporal sin sudar. El sol acabaría abrasando y secando las algas, y en efecto, al cabo de poco más dos horas según pude ver en el reloj al salir del río, las algas empezaron a agrietarse. Noté que aflojaban, y al empujar intensamente las muñecas hacia los extremos exteriores las pude romper. Solté el resto de ataduras, y cabe decir que la experiencia fue muy agradable y excitante. No fue ningún susto, y tampoco fue ninguna mala experiencia o trauma que dirían la gente cobarde y llorica. ¡No, no! Incluso me quedé algunos tramos secos de las algas que, por su buena longitud, por su proceso de secado supongo, o por rarezas que la ciencia no sabe explicar, se transformaron en cuerdas, y en casa y en muchos otros sitios juego con las ataduras y el bondage, pero esto ya os lo explico otro día. |
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