Fecha exacta recuerdo, siete de junio en un sábado de lustro pasado, y debo esta extraordinaria memoria a una partida de ajedrez, rival tuve en torneo un lerdo al umbral de la vejez. Sonrió cínico el bellaco, pensó iba a ganar por ser yo fémina y contrincante muchacho, mas jugadas no han pasado a los anales de la historia, a mitad del encuentro me regaló la dama aquella escoria. Vaya con cuidado me dirá, en tablero aceptar obsequio es para incauto su sepelio, pero su movimiento fue hecho con turbado pensamiento, auguro pensaba en mis tetas, y se olvidó de batallas y sus tretas. Cabreado se marchó, lleva mal su ego el perder, la derrota es parte del aprender.

Sin embargo, cuales hechos sucedieron, y que hasta día de hoy seguía manteniendo en el más hermético secreto, no tienen nada que ver con este lamentable sujeto. No versa de mi victoria, aquel campeonato sumé a mi gloria, sino de un suceso que a pleno siglo actual todavía escapa de la máxima razón humana. .

En susodicho juego, deporte o arte, nómbrelo cual le plazca aparte, me inicié a la pronta edad de seis años, las tardes del domingo lidiando decenas de careos contra mi progenitor oponente, que a pesar de su empeño le vencía la genética suya de varón insulso y deprimente.

De patriarca nada aprendí, quizá el salto de equinos o diagonales de alfiles, pero por mi propia cuenta en su estudio hendí. Avances de piezas talladas hay en todas direcciones, sesenta y cuatro casillas de vertientes agrestes o estepas planas, defensa en trinchera o embestida demoledora, en tener duda haga correcciones, que delante tiene aguerridos luchadores, del hemisferio austral o septentrional, imberbes audaces o vejestorios cuyas épocas fugaces se olvidó la guadaña de la muerte en segar, mas si comete un error todo su armamentístico tesoro pierde su esplendor, la derrota será por abandono u horror.

Trasládelo a la vida real, la coincidencia es surreal, pobre peón se yergue en primera línea de la riña, sueñan en coronarse y ser reina mientras inauguran las funestas caídas en la campiña. De jaquear rey le castigan, a tribunales y presidio le obligan, y arqueros son sagaces, viran ángulo agudo y a los cuatro puntos cardinales sorprenden cual depredadores rapaces, siamesa astucia gozan banqueros y ladrones capaces. Corceles de carácter noble nos acompañan desde conquistas memorables, mas de su domador dan fe, en prados o en cuadrantes barnizados, es un mamífero delincuente de actos despreciables. Aludido lo desmiente, justifíqueme entonces documento que le muestro, y raudo monta su jamelgo, huye desvergonzado el cabestro.

"Juego al ajedrez desde mis cinco o seis años de edad"

De todos modos, no me malentienda, que percibo su práctica como un bonito pasatiempo. Auditorio asombrado me anima a ser federada, que en desafío envío hordas a cementerios apiladas, pero soy doncella activa de puro nervio, me exaspera cuando el contrincante demora su vuelta, con ese porte engorroso y soberbio, ¡mueve ya de una maldita vez!, sólo te queda entregar ficha y reconocer tu languidez, mas el tío ni se inmuta, estará pensando en comprar cebollas o pagarse una puta, pues el posicional descalabro le conduce inexorable a su final macabro.

Desvelo pues me asquean estas sabandijas, rompería en su cráneo cerámicas y todas las vasijas, y a puertas de mi adolescencia abandoné el sendero de la profesionalidad, que me niego a perder minuteros por tipejos sabiondos cuando el destino me ofrece otra oportunidad.

Decisión tomada estoy orgullosa, que salía infante de colegio y en el parque me aguardaba sesentón resentido. Portaba bajo axila cuadrado regio, jornada anterior todas las partidas conmigo había perdido, yo criatura quería mis amigos y el columpio, pero el añejo era pesado e insistente, perder ante mí suponía su peste. Por no verle me apunté en club, allí maestros de talla nacional se enamoraron de mi destreza, al regional vencí, al estatal empaté, y con internacional perdí, cómo lo haces me preguntaron, sólo llevas siete primaveras en el planeta, muy fácil respondí, uso la cabeza.

Una década después, justo transcurrida una semana de haber cumplido la mayoría de edad, propietario de las instalaciones me ofreció puesto de trabajo. Secretaria propuso en mi desempeño, sueldo un miserable fajo, aunque bien es cierto la faena poca complejidad revestía, arreglar el escenario al cierre, controlar datos de abonados y atender el teléfono ignorado. Horario se alejaba de la tiranía, fue desde el superado mediodía al crepúsculo, pero si retrasaba la abertura o salía prematuro nadie me regañaba, es recinto de confianza y minúsculo.

Parroquianos hay variopintos y distintos, pongo por caso un señor que va de sabio, tiene por peculiaridad que cuando se pone nervioso le tiembla el labio. Conmigo se cita en la mesa, ven que a táctica quiero dar repaso, y ase soldados de yelmos y destrero, cuál centuria habría sido replegar certero. Insiste tanto rato que a ese ritmo va a quedar jorobado, pero aunque analizara milenios mantengo sentencia firme de su cateado, se equivoca de sospechoso, ha sido abrir el flanco de torre su fallo monstruoso.

Devoto hay otro vago, lleva en paro desde la treintena y por buscar oficio no hace ni un amago. Tiene por fortuna padres de inmensa fortuna, si le digo cuantía de ahorros y tamaño de su hacienda póngase en el espejo, mueca es calco inequívoco de quien se queda perplejo. Vive todo gratis, papá le compro su coche, matinales en la piscina, ocasos holgazanea que es envidia cochina y por fiestas tiene la noche. Mamá suya lo mima, y al ateneo viene por darse humos de fanfarrón, ayer contaba adquirió en subasta un asiático jarrón, preguntó yo qué tiene de exclusivo un cacharro de arcilla marrón, pero según me contó es de dinastía no sé cuál de cuyo emperador me suena a chino, escribiré mil apodos y en ninguno lo adivino.

Permítame añada un tercer fiel y ya callo, pero es reputado por ser productor de miel. Tienes sus colmenas en cuya ladera pálida escasea hierbas y matorrales, es peligroso se acerque a los enjambres analfabetos y urbanitas, atacan con sus aguijones como puñales, le van a dejar cual globo hinchado y deformado, dé gracias que es la menor de las tragedias, dado de ser alérgico o lancear a centenares será el infausto invasor la estrella de fúnebres cantares.

Abonados cierro libreto en el cajón, pues como me ponga a desgranar cada individuo en particular habrá de llamar a su enfermera, antídoto contra el aburrimiento le habrá de inocular. A tal extremo no pretendo ni mucho menos llegar, mi querida y querido lector, aléjese de agujas, cambiar a mi personaje es suficiente halo protector.

Altura mido tanto cuanto usted se alza enhiesto, salvo leyente sea pívot de baloncesto, cabello castaño pende hasta la saya del ancho dorsal, cintura a su aledaño es de finura colosal, y ojos poseo tintados de aquel nítido verde prado que, tendida supina, freno al rebaño, pues ovejas confunden con su pasto. Pechos añora describir los hombres, iba a pedir firmen interesados sus nombres, mas rectifico, no tengo tanto espacio para incluir alías mundanos o pseudónimos que parecen surgidos de malabar jeroglífico.

En besos no desgasto suspiro, tonteo con aquel de porte atlético y otros guaperas, pero como traigan románticas rosas por la ventana se las tiro. Besos calculo cada sellado por evitar sea en balde su esfuerzo empleado, y restregar consiento quien me apetece al encuentro por el camino o lo arrastra el viento. Pretendientes tengo para dar y regalar, eruditos desisten, atontados insisten, y patéticos se rasgan de rodillas penitentes, ¡levántate y lárgate!, vergüenza ajena sufro con la bobería de ese cazurro.

Algo de mí ya he dicho, a mi amables seguidores y vaya a saber si se infiltra todo tipo de bicho, mas volvamos al meollo, y a mitad del monólogo me percato dicharachera que me enrollo, ¡céntrate!, un cuadrilátero es en mi jardín su cogollo.

Marcos ajedrezados están enumerados, mi preferido ubico en el dígito séptimo, pues dispongo de acceso ligero al pasillo, por si he de atender consulta de algún pardillo. Ostenta además a su revés un lema acertado, Gens una sumus, es su garabateado, inscrito en leyenda de cuyo cuadro muestra la escena de un brahmán astuto y pensativo. Destaca su profunda mirada, pupilas de azabache impenetrable, iris de pigmento plateado, me corrige votante entrañable, es grisáceo liviano, concurre otro entrometido, su versión es azul difuminado con aquel cenizo nublado, y faltaba al convite el daltónico, es un pardo de mate garzo icónico. Envié a tomar por el culo la chusma y su pintura, tanta disparidad es una locura, aconsejo mire usted el retrato, no es ningún burdo garabato. Venga, ¡aproxímese!, observe entusiasmado la conjuntiva bulbar que cubre la esclera, brilla vigorosa, que en el ciclo enfrascado sentirá un chispazo, distancia desde el mito no les aleja la cercanía y no les acerca el infinito. Arroyos de sus vasos sanguíneos conjuntivales presentan la vivacidad tras lluvias torrenciales, lago lagrimal es de un sano carmesí, y la serenidad de su carúncula me indica posee alma de temple fuerte, derrame de tristeza apuesto es extinto e inerte.

A déspota antaño, de los cuales hoy en día tenemos zoquetes cuya torpe copia son un amaño, al indigente le despluman y al rico lo vuelven tacaño, llegó un emisario. Dijo en reverencia, he de hablarle ¡mi excelencia! de un ermitaño, es persona noble pero huraño, que ha inventado un artilugio donde batalla con enemigo, da muerte sin sacrificio ni sangre. Le invité a venirse al palacio conmigo, vos soberano puede ojear, pues en un miserable tablón, es menor su diámetro a su brazo extendido, desarrolla escaramuzas y trifulcas, y yo pregunté si disciplina con sus leños esculpidos inculcas, sorprendido comprobé hay normativa, incumplir es perder, para infractor no hay regla compasiva.

Tres vísperas transcurrieron hasta visitar aldeano al tirano, y apenas dio sus primeras explicaciones que cacique se mostró impresionado, dígame cuántas monedas pide por adquirir el tablado. Labriego sufría por su cosecha, sequía es alarmante y hay tierras que su sembrada desecha. Es hombre austero, sólo quiere tener llena su panza y el caldero, dé por pago una cuantía de arroz. Por precisar su cantidad, coja un grano y colóquelo en la casilla de la esquina, siempre nívea a su diestra, es la primera lección maestra. Al ir a la segunda, duplique la cifra de la precursora, y alcanzada la tercera doble monto de la previa, y vaya procediendo a duplicar en cada posterior, hasta lograr su total al confín de la ulterior.

Exultante ordenó el opresor, traerme de la despensa un par de sacos, mas le advirtieron sus pajes macacos, han hecho cálculos matemáticos descritos por campesino envuelto en un aire de misticismo, para contentar debería de plantar espigas por las nubes y el abismo, pues su desorbitado precio requiere abonar el planeta entero, verano presente, el estío venidero y trilogía de calor pendenciero. Estalló el gerifalte a carcajadas, tomó al ilustre por ignorante, dijo es un simplón parlante, mas su creación recreaba y amansaba al pueblo hambriento, y dirigiéndose al campestre le dio permiso por regalar a plebe agreste.

Fabula es universal, ningún pergamino demuestra sea real, pero yo no necesito de manuscritos para tomar por auténtica, hay libros ancestrales imprimidos llenos de mentiras en archivos y biblioteca. Retozo al menos es indudable, absorta en artimañas me olvido de manecillas, dé gracias a la prehistórica estupidez de cuyos políticos se disfrazan de cabecillas.

Ventanal mantengo cerrado, persianas bajadas, pues aun izar su celosía veo un paraje degradado, con la fachada de inmueble colindante enfrente, paredes de argamasa canela y cristales que me permiten ver a su envés la tela, cortinas con un diseño desastroso, son mariposas y jilgueros y no entiendo qué pinta en todo ello el boceto de un oso.

Agacho la vista al precipicio, y por sus cauces histéricos veo primates al borde del desquicio, aquél cruza con semáforo en rojo cuando viene un autobús, de atropellarlo yo no auxilio al despojo. Amasijo de vehículos trepidan por enajenados asfaltos ensombrecidos entre bloques de especulación, son sus moradas, si a su cobijo se quiere albergar de la esclavitud no tiene salvación. Pida hipoteca, trabaje a destajo, trotan estresados los simios por sus cañadas de alquitrán arriba y abajo.

Sueños halagüeños se los requisa el bandolero, pensará vos que jamás ha sufrido atraco, de no haberme entendido sustituya delincuente por su sinónimo de banquero, mas aspiro su atmósfera, es un veneno sigiloso, hollín de la chimenea desprende menos letal tóxico. Junto alcantarillas, cuando arrecia la presión por diluvios, se huele un hedor nauseabundo, es a rata muerta, al ayuntamiento llamé a su puerta, qué desea señorita, notifico en tal travesía debe haber roedor fallecido, pues exhala un olor fétido su rejilla, pero yo no puedo cruzar su compuerta. Secretaria se ríe, estará viva y coleando, hay millones que de la basura humana se empacha, cuelga teléfono y se queda la zorra tan pancha.

Esquivo yo tan a menudo que ando por asfalto si no circula carruaje, pero bar limítrofe es un ultraje, peregrinos y visitas clandestinas se sientan en terraza, gritan y alborozan con cervezas en su pupitre y el intelecto rebelado, a clientela yo le advierto de buena fe, galope por esa pendiente, su dignidad y educación se ha fugado. Escaparates exhiben vestuarios por disfrazarse el espinazo, y en misma bullente vereda, umbral contiguo, tiene zapatos que dan vértigo su taconazo. Cálcese en sus plantas, agradezco del farol me cambie la bombilla, dado lleva desde abril apagado y de madrugada se metió ostia una chiquilla. Pórtico contiguo vende gas mortífero para bípedo jaco, es la droga autorizada del tabaco, que yo nunca he dado ni una calada, pero hay cola de gentuza, y fuman que en cuya niebla dificulta la visión, tengo una incertidumbre, ayúdeme vos con su prismático, aquello que viene a toda prisa dígame si es una locomotora a vapor o un antropoide lunático. Se fumigan en su automóvil, en sofá o en la alcoba, mientras habla por el móvil o barre con la escoba, ¡qué habilidad!, hay micos con habilidades circenses, y les dices que eso mata, pero dan por banal respuesta que de algo hay que morir, pero ironías de esta especie subnormal, les informan de un virus y huye en desbandada el irracional mortal.

Ningún apego amontono en mi melancolía citados establecimientos, incluyo rescindidos de alusión, pues en mis recuerdos infantes no hallo entre mis conocimientos. Dicha singularidad se debe a que vetustos comercios han sido demolidos o vapuleados, por la vorágine capitalista han sido devorados, y no hay ni un mísero rótulo por ser a título póstumo condecorados. Nada advierte que en el número trece, avenida homenajea a un compositor, sobrevivía una pintoresca tienda de golosinas regentada por matrimonio tierno de ancianos, deben de ser ya difuntos, pues de lo contrario baten el récord mundial los arcanos, y allí, donde a pronto de sonar en el campanario las tres del mediodía yo me detenía para atiborrar los bolsillos de mi macuto con exquisitos dulces, hay actualmente un local donde venden marihuana, veo adictos con el semblante hipnotizado de una iguana. La coqueta floristería, el único rincón de todo el barrio donde se podía inhalar ese fragancia de aroma natural, se ha convertido en chabola inhumana, habitan en su caja inmigrantes excluidos con sus cinco hijos, mas al pasar en una ocasión y tener su cancela abierta vi un espléndido televisor, copaba el tabique de este u oeste, ¡qué coño hacen con ese desmesurado gasto!, si las facturas y la ruina son su perverso inquisidor.

Panorama es desolador, vuelvo adentro de mi recinto, esbozando por despedida una sonrisa nostálgica al rememorar que en ese chaflán berreaban cuatro adolescentes su música incipiente, batería y guitarra a toda castaña, nunca vi pues del local tenían lacrada la pestaña, mas fíjese en qué se ha convertido, hay un vagabundo chulesco y fracasado que aúlla sus fatuas aventuras en el arcén, dentro deposita chatarras y metales recopilados por estercoleros, desmonta y sierra por vender a similares troleros.

Tampoco vaya a entristecerse mis amados entusiastas, que tribulaciones mías cancelo cuando un antiguo carrillón, ofrenda de un socio a mediados de los noventa, resonó la ráfaga de la parada exacta. Retumban a cuyo volumen se aprecia en todas las habitaciones, pero su magnitud ningún vidrio revienta, y yo, como cada anochecer, diligente y puntual, compongo ejércitos en sus hileras, cercioro no dejar luz encendida, todo pulcro y ordenado, por marchar a cuya periferia de la metrópoli alberga mi repulsivo poblado.

"Un golpe resonó sobre el tablero de ajedrez en la sala vacía"

Tomé las llaves, giré pomo, abrí pórtico, coloqué ganzúa en cerradura, y a escaso un palmo de clausurar porche escuché de repente un inusual golpe. Cada sonido tiene un registro en nuestro cerebro, a su disparo lo ataja cancerbero, y de inmediato lo procesa con profundidad, advierte es similar a cuando una pieza de ébano se tumba sobre la superficie del tablero. Imposible aduje, huracán ni brisa marina sopla, y de haberse producido terremoto hubiese temblado estas endebles vigas como el rugir de volcanes en paraísos remotos, pero es innegable he oído un timbre seco, leñador con su hacha me descojono si se ha confundido, mas ¡qué tontería digo!, si en soledad desde las seis tardías he permanecido.

Será fruto de mi fantasía, habré desvariado, y al volver a tomar emprendida por atrancar la entrada se repitió idéntica onomatopeya. Sonó brusca, pero careció de eco por su efímera intensidad, y dejó como calco de su huella una herida muda que dio paso a una agonía tozuda, pues extrañada inquirí un saludo, al embate del mar contra la orilla añádale una hache, mas siguió el enigma silencioso sin replicar. Llegué a pensar se habrá colado por el aire acondicionado un mapache, de ser verdad cómo soluciono este bache, que no tengo red y no me quiero proteger tras la pared.

Quizá hubiera un ladrón, puede haber entrado por el método del butrón, pero descarté tal opción, que antes de salir había inspeccionado toda la instalación, salvo un leve matiz, la ínfima ranura en el marco del aseo. Resté importancia, me gusta el lavabo ventilado, pero al pensarlo detenida adquirió su relevancia, pues la hendidura era lo bastante amplia como para avistar mi marcharme.

Accioné el interruptor, alumbré el pasadizo, y advertí llevo un bate de béisbol, por si había algún malandrín. Anduve casi de puntillas sobre la losa, ni jaguar desliza con esa suavidad su garra poderosa, presta a cualquier ruido, y volví a repetir, de haber chorizo con la maza te atizo, tengo por guía de sendero directa al baño. Tercer aviso, estoy en el vestíbulo, tiemblo aterrorizada pero no voy a dudar ni un segundo en darte patada, mas mantiene su alfabeto callado, o se esconde o el palurdo no ha aprendido ni su deletreado.

Puntapié le meto airada al portal, y garrote agito que es un vendaval, a babor y estribor, de proa a popa, sacudo la baldosa, por si en zócalo se repliega la sabandija vivaracha, ahí sólo huye una cucaracha. Aprovecho y aplasto, y volteó toda mi circunferencia con tanto ímpetu que en el desequilibrio al espejo me emplasto, y dado fallé el ataque me escudé arrinconada, ¡lárgate allanador!, pero no me pregunte a quién se lo digo, la madriguera estaba deshabitada.

De tan convencida estaba hube de confirmar del silencio lectura, en efecto en el ambiente perdura. Óigalo, es un mutismo urbano, antónimo de aquellas acústicas taciturnas en catacumbas, dado por no sé dónde se filtra estruendos y algarabías, es de las urbes sus clásicas melodías. Guardo artefacto en el despacho, repito el proceso de salida, y de nuevo resucita ese chasquido. Ahora sí lo he captado límpido, de la sala oval ha trascendido, pero no es un tañido de homínido, sino ha sonado leñoso, temo sea la causa simple, defectuosa fabricación de artesano u operario perezoso.

Carpintero habrá hecho un estropicio, clavado pincho donde no debiera, taladrado boquete en orificio que no fuese, o cincelado por canto no pudiese, pues ya tiene fama su colectivo y el de fontanero, tiemble ante avería, que la rotura le roba un buen dinero. Acudo que tomaré nota del desperfecto, tengo por mobiliario mucho afecto, pero una insólita emoción recorría todo mi ser, dado tiritaba como si mis poros estuviesen devastados por fríos antárticos, orfeón de mis esmaltes cascabelean sus cánticos. Mis rodillas flaqueaban a tal calibre que me empleaba enérgica por impulsarme adelante, ¡vamos, valientes!, que brío es mi talante y ahí no hay nadie, es un crujido desordenado y alterno, en un instante descifro si es el causante maquiavélica tuerca o roído perno.

Ceden las bisagras, prendo la lámpara, y a ver cómo le explico imagen aparecida, sin pensar que tanta partida me ha convertido en muchacha enloquecida. Seré sincera y franca, brotó frente a mí inmensa efigie de roble macizo, ataviado con indumentaria medieval, mas incrédula toqué por comprobar no era postizo. Peto metalizado es rígido, ristre luce en su pectoral, gorguera protege su cuello y hombreras los laterales del degüello. Músculo de sus extremidades superiores se amagan bajo potente armadura, brazal en el húmero, codera se intuye su garita, guardabrazo en el radio y su cúbito, y manoplas encapuchaban del carpo a la falange distal. Fe doy de mi súbito susto, quién se oculta bellaco tras ese disfraz adusto, lleva quijotes en muslos ese misterioso rapaz, tibia abriga la greba y escarpe en el plantar, forajido cómo ha entrado, esto es un lugar privado, mas al ojear breve el tablero veo falta rey de su castillado.

Me niego a dar crédito, aposta en su cabello dorado la corona y se eleva a cuya cota no es prototipo de nuestro vertebrado, majestad negra vigile con el techo su cúspide, que destrozar por alzada nada se lo impide. No obstante, ¡qué demonios bramo!, ocurrencia no es probable, princesa écheme un cable, pero ahora que caigo, emperatriz sois su señora, y rauda miro tapiz del trono, la dama se añora.

Adorna su melena ondulada diadema de realeza, su orfebrería es digna de maestros con impecable destreza. Barboquejo de lino fino pasa por debajo de su barbilla, y griñón sujetando su escote es zurcido a la perfección. Velo pende cual cascada del parietal hasta el soterrado surco de sus glúteos, mas en longitud le rivaliza el bocamangas con bordados, cuelga ininterrumpido desde el pronador redondo al maléolo medial, alteza le aconseja una sierva, levante el apéndice, en su arrastre desempolvará mosaicos de clérigos y laicos. Brial de cándido planchado sobrepone a su camisa, y un cinturón con flecos cuelga anudado en la cadera, ajustar la curva pélvica supongo es su premisa.

Hendidura palpebral presenta un corte, se encamina a su septo orbitario cada fracción, tendón del elevador superior levanta al máximo, y al verme reflejada en su córnea me electrifica una conmoción. Ambas siluetas me miran, y mi congoja sólo atina a pronunciar disculpas, pues para forasteros imprevistos un discurso de bienvenida no tuve previsto.

Superado el novicio pasmo, pregunté a qué se debe este lance excepcional. Silueta masculina avanzó veloz, eso es trampa que mover un zanco es tu progreso habitual, y en jerga feudal manifestó se habla de mi agudeza que es un clamor, viene grato por hacerme el amor. Détente, secuoya gigante, o colega va flipado o yo en brebaje de merienda polen de flor alucinógena se me ha colado, pues a ver si lo entendido, follar ha insinuado el bandido. Gentío en butacas, a ustedes me dirijo, confiesen si tal expresión han percibido, y se levanta de platea un espectador decidido, dile que sí, para eso hemos venido.

Vaya mendrugo me ha tocado, mas el resto de asistentes callan en su silla, mire esa anciana, desde su localidad se destornilla. Emula desde palco al anfiteatro, y en pleno concierto de su jolgorio intercede el monarca, a mí me habla, me llevas acariciando desde épocas lejanas, me resguardas de ofensivas al amparo de atalayas, lustras mi túnica y vestimentas cuando las nubes polvorientas, alzadas por herraduras de caballerizas u hogueras que evaporan sus cenizas, manchan los tejidos, ¡cuánto te lo agradezco! Al fulgor de la luna plena habló con su esposa, recompensemos a deidad hermosa, y pensando en fórmulas recordé aquella épica victoria, peón acorrala y alfil aplasta con la pala, que exaltada fundiste tus labios conmigo en un beso, ¡menudo rubor!, cuido mi dieta por no estar obeso.

Respondí, ¡majestad! yo besuqueé una pieza de ajedrez en un duelo donde cronómetro y acoso no dio tregua, llegó aquel cazurro a tratarme de yegua, mas fue un frío significado, que de haber sido estatua viviente no le habría morreado. Su blindaje son las normas, hienas hostigan de muchas formas, y su amada cónyuge, placer mío es conocerla, goza del mejor armamento, hágame caso, colme de dulzura a consorte en su aposento.

Lapidario contestó, de aquí no me marchó sin demostrar mi amar, pues yo propongo en aquel costado se puede masturbar, pero a mí no me va a follar. Desilusionado me comentó, en claustro se han erigido dos inexpugnables torres, empedrado intacto a zurda y diestra, y al confín del escenario, largarie comprende veinte momias tumbadas este acuario, se apostan los arqueros. Compruebo su teoría, que en tal caso habrá al fondo su arquería, y por asombro veo dos perfiles, apuntan con sus flechas oblicuas los mandriles, casco cónico y la cota de malla forrando su frontal. Asoma a tramos la sobrevesta, y la falda de la loriga se extiende en cuyo tramo abarca del culo a la barriga.

Torreones están detrás de mí, suspendían láminas de borra con el fin de amortiguar puñetazos de arietes, proveídas de plintos inclinados reforzando su base y aspilleras cubiertas por postigos donde agazapados veo destellos como rayos del astro febo impactando en diamantes. Centelleos son constantes, debe ser acero de filo fiero, quien se bate teñirá el suelo con el rigor tétrico de la sangre. Mófese si puede esquivar las puntas, que por tal vicisitud se equipan de lúgubres gradas con reclutas encajados, arrojan ademes y aceites hirviendo o balas de paja en llamas con azufre, nafta y cal. Asaltar es una temeridad insensata, que centuriones custodian su ingreso cubiertos por jubones acolchados, escarcelas de dos piezas con goznes en las juntas internas, mitones en sus puños y sustentando espada de doble guillotine y punta afilada, pomo curvado y sus bordes festoneados hasta la montura de sus mangos.

Al percibir indudable su estructura regia escudriñé por setentava vez mi tablero preferido, faltan bustos tallados de citados y caballos, ¡ay! de estar aquí es la ilusión de muchos vasallos. Un relinchar sagaz percibí a mi espalda, ni me atrevo la testa a girar, pero la tentación me vence, y a tocar de mi omóplato veo guardia varega, ¡qué belleza de cuadrúpedos!, barda es colosal, espesa crin se camufla con la capizana por sombrero, testera cubre el morro, no emerge ni las orejas, tan sólo los glóbulos oculares y un ápice sus cejas. Bocado anote la idea para sus maridos y cariños, tentación le da utilizar en aquellas reuniones de familia que asiste el cuñado y sobrinos y tíos, reprímase, astutos y mal pensados vienen acompañados de sus niños. Collera comparo con escamas de los peces, y a tacto me impresiona su dureza, es capaz de partir estacas de las lanzas y derribar jinete a la maleza. Pechera confundo con un mandil, zascandil promete lo atraviesa con navaja, prepare el botiquín, que su resistencia aborta la intentona, y al resbalar el asa los ligamentos metacarpianos se raja.

Ecuestre es precioso, doy el rodeo ensimismada, embosca su torso la flanquera, llega donde turista al cabalgar fotografía su pernera. Silla de montar desprende bálsamo a pelaje, borrén es tan extremadamente simple que lo convierte en peculiar, y al palpar el arzón se me pone a cien el corazón, es producto de la emoción y la penetrante mirada del garzón. Estribos emiten al mínimo balanceo un férreo graznido, reposan sus pies en el hondón de su nido, y atrás no me acerco, ya abarco desde mi cesta ver la grupera, pues de soltarme coz me tritura su potencia feroz.

"Todo el ejército había cobrado vida del tablero"

Haré un comentario, me tildará de paranoica o sinónimos en su diccionario, pero en faz se denotaba la experiencia de sus largas campañas militares. Lo puedo demostrar, dado les enseñé hojas que esconden poemas y de mi filosofía sus lemas, escribo encantada con estilográfica moteada de azul cobalto y almirante, ¡vaya chorrada me contestan!, yo conquisto con mi sable, tengo empuñadura de bronce e incrustaciones de oro y jade, se expande su poesía pues antes hemos arrebatado el territorio. Matizo disconforme, que yo al herir cruenta las almas ingenuas incito a la cabal reflexión, ¡estupideces!, exhortó a mis soldados por aplacar rebelión, y al tensar las ballestas con los trinquetes consigo toda su atención, ¡rendiros!, los muros de su baluarte defensivo quedarán hecho añicos, mas es innegable hay imbéciles que no abandonan, son cazurros en dagas y las letras, efectivo resulta alabarda que en carne penetras.

Cadáver se expulsa del perímetro, yo me estudio el mensaje al milímetro, que vocales y consonantes da para tantas combinaciones como en ajedrez sus tácticas atacantes, pero malhumorado el contertulio alega, tocayo de mis catapultas causa mayor estrago, legiones por doquier sepultas, cinco minutos y trinche a pedazos almenas vecinas, son desesperadamente lentas sus sílabas cuando el genocida tiene intenciones cochinas.

Jodido es discutir contigo, respondes a mis grafías con estruendos de mosquetes y arcabuces, tratado de paz se va a dar de bruces. Ilusa me apoda, si ha de escoger entre borrones o hachones quédeme yo los renglones, mas dado en la gresca mantenemos ambos nuestro pensar insobornable opta por prevalecer su jurisdicción, ¡mandato doy! desvístete y túmbate. Debes de estar borracho, que ni me tiendo ni me vuelco ni me agacho, tú vuélvete a la casilla que yo me marcho.

Súbditos me lo impiden, aconseja el emperador empiece por el calzador, quiere mi piel libre de satén y seda, que guarnecida se me ve modesta, y por caricias y roces la tapa le molesta. Será problema suyo, yo doncella mantengo mi compostura, jersey presumo de haber conseguido en rebajas, me sentía cual oveja compite por verdes hierbas en sus prados de pastura, y pantalón ajustado llevé cinco similares en probador, todos me bailaban grandes, para mi talla delgada es mejor en mostrador demandes. Dependienta simpática derribó casi su almacén, aguardaba yo junto percheros con la esperanza yerta, ha de conseguir mi modelo, y al salir con el objeto me mostré agradecida. Míreme rey si le gustan, me siento complacida, que se realzan ajustados al contorno, pero sucumbir a sus encantos no pienso caer en tal bochorno.

Giró su chola ángulo que llamen al exorcista, su fosa nasal he perdido de vista, vigile de no lesionarse en esos privilegios de contorsionista, y mostrando su occipital de tal forma que sólo verlo ya me da aprensiva un tirón cervical dio un grito descomunal, ¡tomadla! concretó, y atónita divisé el octeto de peones alzarse del madero, dónde vais amorfos bufones, volver a la mecedora.

Se enganchó un enano a mi muslo, suéltame pequeñajo, ha llegado tan rápido que habrá tomado un atajo, y afloja tus manos de rechoncha pinta, vas a exprimir el cerúleo de la tinta. A medio requerir llegó otro aliado, me vas a pisar, tienen las pezuñas de elefante y un cabezón de bola de billar, de caerse y ponerse a rodar ni un guepardo le va a pillar. Morfología es aplastada en el lumbar, qué te ha ocurrido, le habrán arrancado el costillar, y un tercero me asalta por el dorsal, me monta y en su peso me desequilibra, pues son asesinos corpulentos y el pavor de muchos regimientos.

Caigo al suelo en tal posado que no sé si apunto al ártico o al antártico, y me revuelvo cuanto puedo, en un tramo enfoco a la bóveda celeste y al instante avisto al fondo del barranco, pues son ocho la tropa que se me abalanza, y su primer logro es dejarme descalza. Empujan de los hilos por extraerme el suéter, e intento evitarlo con todo mi empeño, forcejeo y berreo y blasfemo que se escandalizaría vos de escuchar mi vocabulario, mas se burlan descarados, todos al unísono logran arrebatarme mi caparazón, es inútil con estos esbirros traidores apelar a su razón.

Brazos me los guían atrás, muñecas las juntan paralelas, y enredan cuerdas por el borde lateral distal de ambos radios, cinco circuitos completos por tomar antigua desviación a la acera del pisiforme, en rumbo de norte a sur, por prensar y cerrar su cárcel en un pétreo nudo, inalcanzable a las torsiones de mis dedos.

Se aplauden ellos mismos, ogros malnacidos, ¡desatarme!, que me aplico por lograrlo con mis propios medios pero me resulta imposible, pues la tensión y firme severa consigue la unión indivisible. Percibo mi mirada turbada, cual si el valle estuviera invadido por una niebla que no existe, y bajo aquel inusual efecto traslúcido veo renacuajo sostener un manojo inmenso de sogas, ¡dónde vas con todo eso!, date por satisfecho, ya estaba atada, pero avaricioso se arrodilla junto mi húmero, enrolla las lianas a latitud de la cresta supraepicondílea, de un extremo a su puesto, y con mala leche constriñe por aproximar las áreas mediales. Enrosca y ovilla del inicio a su otra orilla, viceversa retorna e incluso diría que se adorna, pues corrige el serpenteo si se pliega o se desplazan, y cuando ya los suficientes giros alcanzan procede en perpendicular por las fosas internas, ¡menuda presión!, ha cerrado el desfiladero que para ver la porción inferior del trapecio usen sus linternas.

De zafarse ni titanes lo habrían conseguido, y segregarme del resto de vestiduras fue para esas sanguijuelas coser y cantar, yo inmóvil cautiva por las ataduras. Ríen guasones, y en el fragor de la lid por el ansia ávida de victoria vuelven a tomar otro puñado de hilos trenzados, ¡todavía más! interrogué, mas al no responderme exclamé, sois unos cabezudos degenerados.

Groseros y chapuceros me subieron a la mesa de juego, pero al ser tan bajitos hubieron de coordinarse en conjunto, un tanto por ciento mayoría a pedestal del altar y los demás en el pico del monte, vigila mequetrefe de no trastabillarse, elevación lo deja difunto. De sentido de humor carece la pulga, pues enojado estrujo la cuerda en mi tobillo, trazó un círculo el diablillo. Repitió en su siamés, y pocas veces, por no decir ninguna, debían de haber atado a una chica, pues arrastraron como quien aferra un velero al muelle, inspirando y expirando ciclones en su fuelle. En la pugna personal me opongo con mi musculatura, me resisto la apertura hasta su máxima anchura, pero tiraron y remolcaron, y de tanto persuadir naufragó el calcáneo por el confín, jamás ha estado a ese retiro de su afín.

Serénate, tómate un descanso, me insistí hablando conmigo mismo, que tendrás dormida una pesadilla, pero para aceptar dogmática teoría es muy notable la fechoría. Cuénteme pues por qué veo un bolo ir a otro terreno, mi ego inquiere saber qué hace el engendro, ha tomado retoño que podría ser su semilla. Se encamina a mi celda, sonrisa sarcástica y un vértice malévolo en su comisura, tiene en su mente alguna ardiente travesura. Viene directo, su pretensión no acierto, debe de ser por estar soñando y actuación no está pasando, mas tengo una duda, dado el desgraciado me ha oído, y me insiste verdadero cada segundo vivido.

Me reta el bellaco, camina por afluente de transeúntes, ¡despierta!, me chilla con estrépito su hendida esfera, pero remarco permanezco atada, aplico en vano brío por levantarme o liberarme, y desisto porque tiene su envoltura una dura consistencia, es inútil mi resistencia. Voy a suponer es cierta su concurrencia, qué acto pretende la albóndiga en su indecencia, y al exigirme abrir la boca le contestó, vete a témpanos de hielo y pídeselo a una foca, quizá te aplaude amaestrada la gorda tarada.

"Consiguen sus peones ponerme atada en la mesa"

Ante mi negativa reunió a su equipo, forman un coro misterioso, ¡qué cuchichean!, traman algún ataque majestuoso. Analfabeto se equivoca, comerse el gambito es distinto hito, jactan esto no es vianda para copar mi estómago, sino mordaza para aplacar mi burdo diálogo. ¡Abre!, me amenaza, mas a mí no me da la puta gana, y cual jauría de lobos presionan mandíbula con estrépito, imprimen su uña que duele, troncos selváticos sus copias acuña, consiguen mi claudicar.

Injertan en cuyo espacio se delimita tras la papila incisiva, con los cantos redondeados topando en los pliegues palatinos transversos, y su trazo cónico, fruto de la inspiración en un orfebre patoso y maléfico, bajo la mucosa del paladar duro. Peana queda decantada a la mejilla, pues su grosor es por enviarlo al dietista y recetarle adelgazar, pero es peligroso y lucho por impedirlo, de tragarlo me puede asfixiar, mas sagaces lo tienen perfectamente planeado, dado han liado unos hilos de pescar a la pieza que sujetan afuera de mi barbilla.

Concretamente, dado usted estará mareado pensando el dónde, si por naturaleza no tenemos vigas ni anclajes, fue encordado a la cinta de precintar que cubrió al completo desde el depresor del septo nasal hasta la roca del mentón, volteó el perímetro del cigomático al masetero, deambuló por la nuca y continuó su carrera, campeón se proclama cuando cae la bandera al finiquitar el noveno recorrido. Quedaron los alambres enganchados y trenzados en estos cercados, y yo firme e inexorable amordazada.

Idioma es del australopiteco, excavaciones arqueológicas confirman no hubo anterior otro dialecto, y se habla con las fauces tapadas por defecto. Debido de su antigüedad se compone su glosario básicamente de emes y efes, y la pronunciación de las vocales es acentuada, ligeramente maullada. Comas se intercalan, punto y final sólo se usa rebasada la meta, y frases se dividen en dos categorías, pueden ser rítmicas oraciones de breve durada o interminables locuciones propias de tenores y sopranos. Yo erudita domino la jerga, pero hoy no me pida demostración, que me provocaría herida en la encía la torpe fricción, lo ha hecho adrede para aumentar mi calvario el granuja en su perversión.

Se apartaron todos los individuos, y en primer plano toma dirección el actor protagonista, va de estrella el césar, pero soy yo la heroína y cronista. Pese a esta circunstancia, le cambio personaje si lo desea, pues inflamó en mí la llama del miedo al acercarse. Sé no pretende causarme daño, es su ímpetu amor platónico de antaño, pero imagínese la sensación de venirle encima un hercúleo roble o haya o nogal o encina, de su ficha de su nacimiento soy inculta en este momento. Inclina su robusta corteza, ¡socorro!, que me chafa su alteza, que he visto catastróficas imágenes por vendavales y tormentas, siniestran férreas carrocerías y casas opulentas.

Cierro los párpados, prefiero no verlo, ruego sea inmediato e indoloro, mas el retraso de ser apisonada se eterniza, y al arquear el ceño por mirar extrañada toda mi dermis se eriza, ha paralizado la caída con sus ramas por soporte. Jardinero ni se le ocurra ahora poda o recorte, que lo tengo justo enfrente, de pedirme exactitud típica de regla matemática despliegue su pulgar y su meñique, fuerce sus tendones, le apuesto un penique coincide la calculadora en precisión catedrática.

Envuelta por su grandeza, rebusco por las zanjas de su cáscara si sufre de algún hongo, que mañana lo limpio con trapo u otro harapo, pero lo tengo aseado, dígame suspicaz pero sospecho que demasiado, y compruebo para mi alegría está sano y a tope de energía. Ojalá pudiera demostrarles mi tajante afirmación con algún documento gráfico, tal cual pueda ser un archivo fotográfico, dado destacaba cuan excitado estaba el monarca. Miraba baboso mis senos, ¡cuida tu hocico!, que no quiero por mis tetas tu saliva o tu savia, y mi pezón erecto es porque tengo frío, es falso otro distinto concepto.

Un escalofrío erótico siento al percibir un roce por mi clítoris, es agradable y optimista, mas tengo prohibido alzar la vista, que colocado regio en posición de pronación sobre mí me impide articular el torso, ¡aparta estorbo!, que algo sucede por mi vulva, me estimula y me provoca, pero tu espesor provoca una sombría opacidad que me anula ver con claridad. Distingo el tacto, no reconozco el artefacto, a ver si me peina con las hebras de su raíz, no sé si es halago o desprecio compararme con los brotes de maíz.

A decir verdad, le perdono su vanidad, que percibo un cosquilleo incontenible, han de ser los crecidos arroyos de huraños cerros, pues mis nalgas se inflaman, se endurecen, la marea en calma se disuelve, y el hormigueo se transforma en una vibración electrificada. Sintomatología es inequívoca y variada, piernas revoltosas y sogas libidinosas se baten en un pulso, a cada propulsión noto un mayor impulso que me petrifica cuádriceps y crural bíceps. Resoplo que parezco un búfalo cabreado, tengo el sentido común alterado y una presión creciente, no necesito de ningún aliciente, con su titilo es suficiente.

Yo diría que el cabrón acelera, mi cordura mengua a los niveles mínimos de toda su biografía, habría rogado ¡mete ahí la lengua!, por milagro de mi consciencia advertí que su composición es leña, y corregida mi iniciativa me centré en mi oral ortografía, amordazada no soy muda, pues jadeo que es de auténtica locura, se avecina uno de los grandes sucesos innatos en la natura. Fuera toda túnica, es una explosión única, se presenta la candidata bravucona por cubrir la vacante, de qué plaza me habla, se refiere al orgasmo impresionante.

"Resonaron mis gemidos amordazada al primer orgasmo"

Al estallido sucumbo, y el éxtasis originado es un regalo de los dioses, quién es el herrero con la clave de este poder, por qué lo quiero saber, hágame un duplicado, que no lo quiero perder, o mejor pensado, fotocopias imprima hasta agotar los folios, ni pronuncie el vocablo aborrecer, dado es al contrario. Por entusiasmo se lo aclaro con antónimos, divertido o encantador es corto el sentimiento, idolatrado o venerado es más acertado, pero yo me sigo decantando por el ciclópeo querer.

Mote mío tengo en el olvido, de alguien emitirlo en voz alto le aseguro no le hago ni caso, que se largue le pido, estoy ocupada, mas el intruso notificará me ve atada, diré y a ti qué coño te importa, tu incordio aborta, ¡pelmazo de los cojones! Molesta el tarugo pues me advierte llegaré a chabola con retraso, me excusaré ha sido accidente en la carretera que ha provocado un colapso, que a volante hay quien maneja como orangutanes, pero irme no pienso, se deshacen mis poros como flanes, gimo y me estremezco que árbitro del torneo me hubiera expulsado, desconcentra señorita al soltero y el casado.

Arguyo magistrado, rea me tiene prisionera con su conducta marrullera, que al pulir le ha sumado berenjena en la caverna, debía estar en la planicie externa, pero ha entrado en su refugio sin que yo pueda asegurar por qué. Intuyo ha querido chapotear en mina empapada, sustancia mocosa le ayuda a la barca para evitar embarrancada, o a lo mejor ha sido la temperatura, en su cobijo se registra grados de febril calentura, pero remito pregunte al zar si ha sido a profeso o por azar, que mis cabales deliran, ya no sé ni dónde vivo ni cuál es mi trabajo, todo me da igual, cronómetro váyase al carajo, quemarse la cena no me da ninguna pena, luego tomo cuchillo y rasco todo su hollín, y el estar atada y desnuda se lo diré sin tapujos, ¡me la suda!.

Distancia de amantes se ha hecho añicos, vendrían a pagar por la misma fantasía muchos ricos, luego volverán con sus mujeres agasajando rosa y un piropo los cínicos. Dinero deposítelo en mi cartera, si le sobra yo por pobreza soy austera, entusiasmada acepto si me regala repleta billetera, pero no lo haga por piratear este trance, sus falsificaciones son conatos pírricos.

Tengo la pelvis airada, remolinos se han formado por el cóncavo del ilion, desvíen buques su ruta, los va a absorber para el interior de la gruta. Isquion espía, cuál es la gloria que enloquece a la arpía, ¡yo que sé!, pero el nervio isquiático descarga sacudidas que me sobresaltan y zarandean, algunas son continuas, aunque emite intermitente otras alternativas, habérmelo dicho al empezar el curso, me alisto a las obligatorias y sus optativas.

Sed insaciable nunca antes había sentido, y en su crueldad despiadada noto el acetábulo derretirse, imposible le responderá doctor con desfachatez reírse. Entonces varío, el útero es como un tambor, y la sínfisis púbica, gentil y educada, asiente hoy laboran función de buena samaritana, pues se dan acogida a zanahoria y su hermana. Piedad, no es verdura ni hortaliza, y tengo el diafragma pélvico que me susurra la paliza, debe de haber una anomalía en el cuadro eléctrico, ¡todo controlado!, aquí no hay ninguna avería.

Pernocta en convento enigmático instrumento que es un portento, y si algún puritano retrógrado le cuenta he perdido la honra mándele a tomar por el culo, no admita burdo bulo, que opinión válida es la mía, si va creyéndose a la gente le compadezco de su triste futuro, ya sufre su presente adyacente.

Quédese holgazán gusano en su sofá, ponga el televisor y devore sus bobos programas, penurias y doctrinas y temores por sus canales derramas, que yo gozo de cuyas embestidas salvajes me arrastraban por la llana superficie donde recostaba mi lomo. Penetraba al hondo del pozo a plomo, ¡bruto!, sé un poco compasivo, pido un halo de misericordia, que por mi sintonía se deduce voy al máximo de mi júbilo. No me calla ni la mordaza, y el desenlace deniego orden de que se aplaza, sigue y no pares, que el rúbeo brebaje de mis venas me hierve, me palmean endometrio y el miometrio, por qué ovacionan si orgía es en otro pabellón. Perimetrio exclama una loa, ¡vaya!, a éste también se le ha ido el melón, pero no tengáis prisa, todavía no ha terminado la actuación. Solicitan mi atención, es debido a la singularidad del plexo venoso, forman una telaraña que los bromistas afirman tengo la vagina muy bien atada.

Ajena a cuyo público asistía al espectáculo, realicé una serie de vaivenes con mis nalgas, traslado de las aves al vuelo a las algas en el subsuelo. Fue debido a unas espasmódicas contracciones, cuya secuela resultó esforzar mis patas a una curva aerodinámica, tampoco se pase en su imaginación, las sogas delimitan la amplitud mínima requerida de su forma piramidal, pero sí me consintió flexionar ambas rótulas, zancadillear no arriba, es simplemente un leve montículo. Lo acompaño de mi costal, insuflo oxígeno por la tubería nasal, yo almaceno compulsiva y previsora, me viene sin titubear otra corrida apisonadora.

No hay debate, vuelvo a tener los glúteos rocosos, convoy precursor ya ha venido antes, y en tan breve lapso de tiempo dudo haya llegado al siguiente apeadero, pero por mí puede estar en la estación de las vírgenes o el parador del matadero, que yo me concentro en lo mío, latidos se multiplican, maquinista toca el silbato, ¡aguanta un rato!, mas insiste en tirar de la sirena, zumba a toda pastilla sostenida su cadena, y un clímax increíble me acomete con tal saña que cualquier comparación es una mera patraña.

Nulo es cotejar con la mayor cota en majestuosas cordilleras, absurdo es confrontar con la belleza de enormes praderas, artificial hubiera sido equiparar con solemne cofre de tesoros, de embaucador acuse si foráneo quiere contrastar con el coraje noble de maltratados toros, y ya en el superlativo de los fiascos coloco carear con infame lujo de fantoches y mortales, esto no va de rubíes y demás minerales. Basta pues de mentiras y calumnias, que ese titánico espasmo sólo se da en un orgasmo.

Majestad no mostraba signo de flaqueza, y por una pausa supliqué, que yo soy de carne y hueso y él de madera una pieza, he dicho me rindo a tanta ráfaga de jaques, pero ganador se regocija en sus ataques. Percibe astuto y listo que disfruto y me revuelco como jamás se ha visto, y me reta a desatarme, ¡hazlo!, me dijo sin rey ayudarme, pero embrujada por un hechizo insaciable me encuentro colapsada, ni pienso ni razono ni medito ni busco, ya me sirve su furor brusco.

Minutos si quiere se los entrego, no le engaño y de sobrepasarse a la hora tampoco le regaño, que le lego y cedo cuántos anillos de saeta necesite, sólo pido a cambio no concluya el convite. Por desgracia pacto no ratificó, y en secuencia la cual soy incapaz de situar, dado me hallaba en un estado de semiinconsciencia por mi lujurioso agotamiento, paró en seco mi tormento.

Amarres aflojados, lenguaje disponible, y al reincorporarme agarré la brújula, no hay nadie en ese clima de rigurosa canícula. Enjuago mi sudor, recupero la verticalidad, y sobre el tablero séptimo permanecen quietas las unidades azabaches, tropel colocado en actitud de inicio, impasibles y a total disponibilidad.

Con tal desdén no os podéis marchar, mascullé a labrador de la avanzadilla, que sé me oyes, mas un cabezudo responde con sorna, disculpa no te oigo, estamos a una milla. Cogí al peón enfadada, mira que habéis hecho tú y tu manada, estoy desnuda y eclipsada, y vosotros marcháis como si no hubiera ocurrido nada, pero armatoste no contesta, ¡colega, me reprende mi sabiduría!, se te ha ido la chota, que sólo es un tronco moldeado en ebanistería.

Una pena me asoló dentro de mi ser, pero de la utopía me debía de convencer. Reconozco no doy mi fe a torcer, será para vos una quimera, pero desde aquel día cumplo estricta un ritual, pulo y lustro ese cuadrilátero con meticuloso esmero al llegar, pintura que no tenga picada, cada cual en su propiedad colocada, excepto rey y reina muy próximos, ¡escúchame alteza!, haz a tu reina gozar, tenéis el escenario a disposición para retozar. Estampo a soberano un beso de despedida al cerrar, y a bribones liliputienses embuto un bondadoso roce. Herbívoros me apego, son leales e inteligentes, y al admirable ejército alabo, les conozco desde mi pubertad, hoy hemos ganado pero estar atentos, la paz es una tregua entre dos guerras, a cada alba hay riesgo de lamentos, desde tu aposento al firmamento, y así es perpetuo hasta que destino diga se cumple de la vida su vencimiento.

 

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