Deducirá vos, de cuyo sermón vocalizado transcribo en letras mudas, hablo de un loco, pues aquel caballero, antes de tomar los desaliñados asfaltos que atestados de bacterias conducen a la ciudad, susurró a su princesa durmiera tranquila, con su latir desprovisto de disfraces y máscaras de tutela, acostada en el mullido trono de su lecho sensual, que antes de su despertar al alba prometió haber regresado al catre conyugal. .

No escuchó preciosa su credo, dado en la mezcla de su letargo somnolienta y el bajo timbre de sus vocales, fue imperceptible su voz, y clandestino partió por ser protagonista de cuya historia le relato en mi idílico lenguaje atroz.

Subió a su vehículo con ese arrojo de patrón al timón, o de capitán al mando de su pelotón si prefiere otra comparación, que de seguir descontento añado maquinista al poder de su locomotora, escoja de este ajuar el ejemplo de su predilección. Encendió motor a horas donde yacen, bajo lúgubres tinieblas, las prisiones de oficinas repletas de reos encadenados grabando sus nalgas sobre la espuma contusa de sus butacas, y laboran jornadas maratonianas que concluyen cuando la corona de fuego vira a levante dejando tras su amago, en las finadas nubes pintadas en el lienzo del firmamento, aquella estela de coral cuya puesta es un portento.

Pisó acelerador, primera marcha y consecutivas hasta imprimir la sexta velocidad, todas las sesenta millas y escasos metros que le distanciaban a embutirse en las tripas de esos armazones de cemento. Tráfico exiguo, y en la urbe fue recibido por cuyos negocios diurnos permanecían en cierre hermético, desde la frutería al bazar dietético. Contempló escotillas de las mundanas chabolas con sus celosías ladradas, atisbaba rebeldes un par lo sumo por edificio, y perturbaba aquella magna calma una escoria dispersa por los ánditos, bandadas de bufones saltimbancos enjaretados con casacas de cuero,con gabanes y y coseletes zamarras, que chillan cual tenor en la opera, y por mostrar sus dotes de simio trepan por farolas y por parras.

Embriagados patalean los andenes en aquel vértice del trayecto que les conduce al pico de la montaña, aunque indecisos rectifican y ahora apuntan en flecha a cuya playa quieren pernoctar hasta mañana. Mean en el paso cebra, y el semáforo regulado lo menosprecia con desafío, cruzan cuando les place, y al gemir el claxon nostálgico de la buena conducta se revuelven con la chulería de un gallo, ¡embístele!, pisa a fondo el caballo, pero samaritano se subyuga a su increpar, ¡y ahí continuar!, la basura con su trotar.

Aquel se tambalea errante, y su compinche emprende una carrera fugaz cual si fuese un avestruz. Camaradas secuaces ríen a carcajadas, y el penoso premio consiste en un clavel, arrancan sin permiso de cual jardín privado revoloteo insectos y alguna intrépida abeja, ¡dónde vas!, temerario es aquí instalar colmena, pues portero o floricultor te echarán cogida por la oreja. Patrulla de vehículo policial deambula por la zona, y al toparse colindantes se produce el esperpento surreal, chistes se cruzan y prosiguen cada uno su camino antónimo, sabuesos a la captura de vagabundos y beodos a su orgía leal.

Con muchacha cándida se cruzan, y en lugar de apartarse al remanso se interponen en el lago como un ganso, y es tal el muro que constituye que la adolescente se detiene asustada. Oportunidad aprovechan por soltar aquella estrofa romántica cuyos halagos dan en las víctimas el asco y ganas de vomitar, y a quienes estamos en total desacuerdo con ese comportamiento troglodita nos incita el instinto de asesinar. Joven regatea el asedio, que los imbéciles no abren su compuerta, y ya en aquella distancia que concede el margen suficiente por medir una jirafa le despiden con una saeta abominable, principio me lo ahorro pero intuirá vos su contenido, si le indico que el final es llevarla a la huerta.

"Borrachos se paseaban con total impunidad"

En la esquina altiva se paran, tránsito es nulo por la avanzada madrugada, y se alberga la esperanza que les venza el sueño, pero el narcótico elixir en su cerebro se ha hecho dueño. Ojean del hemisferio austral al septentrional, y es conversación es a tantos decibelios que destroza a las marmotas su descanso provisional. Debaten si cerca conocen algún tugurio que sirva pócimas cuyo tinte emula la gema espectacular, o una tasca patriótica en que despotricar de fútbol y política y chavales y muchas otras cosas, dado estos arrogantes paletos charlan con el entusiasmo de quien se cree sabio, ¡inaudito!, verborrea burda es el menor de sus merecido un puñetazo en el labio.

Otean en todos los puntos cardinales, y dado es una quimera que funcione su intelecto optan por el excelso sacrificio de mirar su teléfono, activan la pantalla y los antros por los que se interesan son las cloacas donde continuar el bullicio. Rótulo de un escogido me voy a callar, porque además aludir se convierte en innecesario cuando favorito es su rival, ¡votación gana por todo el jurado a favor!, y con el artilugio en su bolsillo viran los grumetes su navío a babor.

Energúmenos habrá visto de la misma índole en las gradas de pabellones y estadios, es habitual en estas épocas primitivas hallar imitadores en cines y teatros, hay marabuntas en coliseos y conciertos, la mayoría coletean por sus tronos y, por desgracia, sólo una minoría acaban muertos. Conducta es calcada en el convento y en la fonda, diferencia radica en que del templo expulsan a la comadreja, y en la bodega agasajan al feligrés poniéndole hamaca y almohada al refugio de la teja.

Gárrulos se desplazan con un ritmo intermitente, junto la avenida de palmeras la prisa se prodiga, y donde rota la penumbra que ha sobornado la bombilla fundida aminoran, pues se distraen con la planta que pisotean y el vehículo al cual le patean el neumático, dispara de este modo la alarma el lunática. Dotes de subnormal original en el coro una aria de risas que se desternillan, ¡dónde ven ustedes la puta gracia!, que si alguien ha tildado al primate de ingenioso adviértalo de inmediato, el piropo es una falacia.

Itinerario va todo recto, tuercen en aquella rotonda que instaló un patético arquitecto, y al divisar al fondo el puerto se unen por encontrar a todo pulmón una horrorosa canción, ¡quisiera transcribir su letra!, pero por chapucera y machista debe la de haber compuesta una sabandija siniestra. Barítono modula que despierta al bebé y al anciano, y hasta el carpintero agotado del serrucho y formón rutinario se yergue del colchón por contemplar esfinge del marrano. Sin embargo, por la modorra se alza con la viveza de un oso perezoso, y tan sólo atisba, al escudriñar el panorama, la silueta de un transeúnte que, por su ubicación y su actitud, es inocente de tal drama.

Acostado de nuevo al cobijo de la sábana, retorna un silencio que se hizo extraño, pues como por arte de magia se esfumó la algarabía que odio y regaño. Poesía lasciva de esos zopencos ha de rondar por la comarca, que sus blasfemias son incapaces de contener hasta la primavera, mas si se fija en el peatón misterioso que nadie le ha hecho caso verá que se dirige a una cuadra concreta, ¡qué hay!, dentro se halla el rebaño. Han allanado con aquellos modales que ellos hablar de amor, pero su lamentable estado causa un horrendo pudor, ¡señores!, tienen la edad de ser padres, es la juventud quien alcanza estas cotas de desmadres.

Esgrimió ser un veinteañero, burda excusa será por cuyas canas a borbotones ponen la cofia al cejo turbado y plañidero, y tras la respuesta irónica se acomodan en las butacas de la platea, ¡camarera!, exigen cual se comporta un rey feudal, ¡tráiganos vino y cerveza en una garrafa colosal! Sierva dulce les indica miren las saetas del reloj, con la varilla traspasada la docena se da por terminada su jornada, empezó cuando el astro febo calentaba el asfalto, y con esa luna menguante ya cubre un manto imperturbable el bonito tinte cobalto.

Parroquianos se niegan a marchar, hunden las nalgas en el zarco tapiz, y con aquel lirismo del rapsoda novato le indican que perciben el brebaje por la nariz. Cundió la broma necia que les dio por un par de minutos reír, y hay uno que en el descojone da toda la impresión que se va a morir, ¡ojalá!, pues es faena que nos ahorra, pues de lo contrario hay que arrearle de lo lindo con la bayoneta y la porra. Aceitunas requieren de aperitivo, le agradecen tenga el beneplácito de acompañar con rodajas de limón, y si pudiera ser exigen unos buenos tacos de jamón.

Triunfo que presuponen les notifica va a ser un fracaso, en cocina no queda nadie, jefe se ha largado, y sierva se pira porque su jornada ha finiquitado. Tono en cual se expresa es contundente, pero una mueca luctuosa se calca en la jeta del neandertal decadente. Comisuras esbozan un rasgo de tristeza, y al alzarse con la violencia de un búfalo enrabiado se enfrenta agresivo a cuya cortesana se emplea por mantener su salario, con los denarios que recibe paga el alquiler mensual y sus gastos a diario. Apenas tiene fuerza por enfrentarse al toro, y con un trino sollozante le requiere se vayan con elogiable decoro.

Cavernícola se negó, y de un empujón arrojó a la dócil al suelo. Quedó tumbada por la pura perplejidad que le provocó su exagerada reacción, y desde el zócalo le vio sobrepasar portezuela del mostrador, anduvo sobre las tablas, asió botellas expuestas en la alacena por cantidad de un quinteto, vasos de cristal para sus colegas, y al retornar a su pocilga corroboró el reto. A plebeya le dio una orden escueta, ¡quédate ahí quieta!, y al señalarla con el índice dejó patente se refería a su estatua postrada en el pavimento, callada y sin proferir ni un solo lamento.

Lágrimas fue inviable reprimir, que tan sólo de leer su maltrato ya eriza la piel de quien conserve la dignidad humana, y a fin de evitar que ningún sobresalto pudiera interrumpir su bacanal adoptaron unas medidas de seguridad preventivas, móvil le privaron y el portal atrancaron, o al menos eso quisieron, pues al ralentizar un parásito la premisa acordado preguntó un parásito el porqué de su demora, ¡hay un sujeto!, ubicó en el exterior de un lóbrego umbral. Enfrentaron sus pupilas clavadas como espina, y en la cólera de su iris no supo intuir el zopenco la tragedia que se avecina.

Habría de haber consultado el oráculo si carece el berzotas de su diploma profeta, o es todo cate en aquellos exámenes que copan su carpeta, pero sumergida en la soberbia repulsiva de quien se cree inmune bajó el párpado del local, ¡quién era!, simplemente un retrasado mental. Risotadas han de ir por la treintena en sus repeticiones, y como ingrediente del festival adoptaron la estrategia de humillar a la criada, que temblorosa permanecía sobre la baldosa sentada.

Cabello castaño lucía hasta segar sus púas en el borde superior del ancho dorsal, cintura es de aquella estrechez que el espárrago adoptó el contorno al brotar, iris muestra un tinte del jade virgen en las minas de la selva, y la altura voy a proceder con la matemática que lo resuelva. Se ha de requerir un mínimo conocimiento con el álgebra y las ecuaciones, y he caído en la cuenta que si alardeo de mi agilidad numérica seré el foco de las envidias cochinas, y por evitar el trance banal de sortear celosas y fracasadas diré tiene la justa medida por despegar del prado y ser humilde ante la magnitud hercúlea de las nevadas colinas. De hermosura va sobrada, y su tímpano funciona con absoluta normalidad, pero entienda que al insulto de ramera no ha contestado porque el espanto germinado por esos bellacos la mantiene paralizada, que es imposible en ese claustro ser ayudada..

A zagala damisela que tratan con peor mimo que un peluche abandonado le obligan a levantarse, ¡ven!, y cual si asolara un terremoto su pradera se aproximó indecisa y dubitativa, que de ser maleducados y groseros nada les priva. Demostración tiene por doquier, restando aun varias pulgadas le obsequian con repugnantes comentarios de su boca y sus tetas, y el bufón de turno hizo el insolente gesto del coronel que, a previo de la batalla, ordena tocar las trompetas. Hueco la acondicionan en su trichera, mas con un diálogo tartamudo la sirvienta opta por dejarles quedar, ¡beban cuanto quieran!, al alba vendrá a limpiar.

Propuesta rehúsan, y atrapada por la muñeca como ganadero que sujeta la oveja en su esquilada la colocan indefensa en el centro de la trinchera, y reunión adquiere aquella apariencia donde son todo hombres y sólo una mujer en la cimera. Léxico de los cernícalos le retumba con ese eco de quien lucha por hacer oídos sordos, y por emblema de la humillación toman la jarra de cebada por el asa, la iza a la cofa de su cráneo, y tal cual se produjese repentino un diluvio universal vierte todo el contenido por el pelo, ¡vaya!, ironiza el patán, ¡ha sido una ola bestial del mar mediterráneo! Peste de ese asqueroso brebaje le impregna todo el vello cutáneo, empapa su camiseta y algunas gotas de la cascada salpican en las rocas a saya del acantilado, dícese del pubis que intenta asaltar un malvado.

"Los tres bastardos consiguen tener la camarera amordazada"

Gritos instantáneos son de aquella rudeza que alcanzan a las salas del averno, pero con premura el forajido la enmudece oprimiendo la palma abierta sobre su quijada aterrada, ¡rápido!, pidió a sus compañeros, ¡traer algo para ser amordazada! Discípulos de ese grandioso hijo de puta que se erige por líder partieron raudos en busca de algún trasto que la enmudeciera, navegaron por los meandros y las cataratas, y encontraron una pila de trapos junto la caja donde guardan las trampas para ratas. Con dicha tela formaron una esfera que, por su obesidad y grosor, superaba el tamaño a una pelota de tenis, y si me ciño al volumen es imposible superar la mandíbula ditalada, pero al ser dúctil el textil arrastraron con rabia y sin cuidado al interior de su cavidad bucal, ¡hágase vos la idea!, de la deformidad por su inmensidad imita el retrato de un rorcual. Colocó hasta el último filamento por detrás de sus incisivos y caninos, expandido al máximo su maxilar, y ya bien ubicado envolvió su pómulos con un rollo de cinta de precintar, latitud del vómer al mentón y la circunferencia por la barbilla y el cóndilo occipital, ¡once vueltas!, con tal barbaridad es imposible pronunciar ni las diéresis esbeltas.

A malicia le suplanta una cháchara de verbos estridentes y adjetivos impertinentes, y ni un ánima de su jauría le hace los reproches pertinentes. Muy al contrario, los agravios que le suman son emblemas de esa locura histriónica que impera en desequilibrados tiranos, arden cual rayos de sol en los tórridos veranos, y al martirio que le depara se apuntan neófitos y veteranos. Impía por la pesadilla que jamás se había imaginado se mantiene la presa fosilizada, mientras hienas preparan un juego que, sin lugar a dudas, es una travesura improvisada.

Prolegómeno es de una parsimonia maquiavélica, ¡yo se lo desgrano!, agarrar fulano su lata, alza cual obispo venera su licor en el fariseo frasco de hojalata, bendice pócima a la salud de la azafata, y de un solo trago se embuchó infusión narcótica que el chimpancé niega, arguye es zumo de patata. Vació hasta desecar el rocío, dio un golpe con la culata sobre cuyos tablones de roble roñoso esparce los cálices, y destilando el embaucador por sus glóbulos oculares esa brisa maloliente que sopla directa a la cúspide de los senos se acercó en exceso, tan sólo fruncir la sonrisa ya le estampara un apasionado beso, pero gacela su aparta de sus plumas y lápices.

Rechazo le duele como la puñalada que punza en el riñón, y por venganza a cuanto considera una imperdonable afrenta le impone se quite la ropa. Negativa es tajante, balbucea un murmullo formado por una simple consonante, es la eme redundante, y poseído por una furia destructora se abalanza sobre la bisoña, zarpas arrancan los botones y la seda rasga con las uñas descuidadas repletas de roña. Consciente del peligro, la chica se defendió clamando unos gemidos que, antes de escribir, he contratado a traductor, pues idioma lo vinculo al sumerio extinto, son ges y efes y vocales intercaladas donde echa en falta las u relegadas y las e tan amadas.

Del forcejeo logra asomar la clavícula y el canalillo, pero la sirena se protege jabata, y en su ayuda acuden el sacerdote y el monaguillo. Batido el cronómetro inicial de la batalla, han logrado destapar el arco costal y la hendidura mamaria, mas el éxito avanza descompensado con la temperatura febril que marca su termómetro, y por acelerar el proceso deciden buscar en la tasca algún artilugio para la cerda inmovilizar, que se revuelca y se contorsiona con unos movimientos que es dificultoso controlar.

Pelea se incrementa a cuya cota es el guerrero un orgullo para su pueblo, se rebota con esa energía que en el centro del ágora ha de construirle alcalde un monumento, aunque se ha de reconocer la superioridad del adversario, le rebasa notable en masa corporal el corsario y son mayoría las pirañas en el acuario. Reducida la sostienen en el rincón, mordaza mutila sus plegarias, y en ese paréntesis donde el avance de la contienda es nulo allana el escudero el cubículo de las artes culinarias. Discurso que profetiza causa la reprimenda del resto de integrantes en el equipo, ¡qué cojones dices!, que desde ahí no se percibe si habla de billetes o perdices, y al regresar exhibe jocoso horridos alambres, ¡habían a montones junto el congelador!, con aquel aspecto lijado que sólo verlo da calambres.

Combate lidia el púgil con trampas, estira del cabello, aprieta del gaznate, y esgrime cuyo afilado cuchillo corta en rodajas el tomate. Tal terrible amenaza desiste en continuar la pugna, y la romería de conatos se esfuma por acción que me repugna. De ahí en adelante, el proceso se acelera vertiginoso, le despojan de todo disfraz, y completamente desnuda quiso el vampiro imprimir un erótico mordisco en su cuello, fiasco se debió a que, hábil con el volante, la piloto evitó el atropello.

Tomó entonces cabreado las bobinas de los hierros, cruzó sus muñecas donde la doceava vertebra dorsal, y aquel hilo inquebrantable enroscó por sombrero del calcáneo, circuncidó el perímetro exterior de oriente a poniente hasta el cuatro giro, y los sucesivos fueron en dirección aleatoria, estrujó de las estepas siberianas a las pampas argentinas, de parajes donde reina el oso polar a las antípodas de los pingüinos y sus celestinas, remató un molinete por el astrágalo, cortó con alicates y satisfecho profirió un lacónico sarcasmo con el nudo, ¡desátalo!, éste fue. Intento provocó en su cordura el consejo de que sólo lograría lastimarse, aquella atadura es perenne, y la hueste que cayó sobre ella le recordó su utópica posibilidad de salir indemne.

Atar les ha sido divertido, y el torrente de ese cable es cual río de incandescente lava parece que nunca acaba. Hay para rato, se van a regocijar como hace con el roedor un gato, y el cabo extienden sobrepasado el epicóndilo de su húmero, estrujan con aquel cordel de hierro que cuyos milímetros separan los codos dejan a cero el número, y el cierre lo consolidan con unas acrobacias del sótano a la cúpula, se tira en picado el teniente que avión tripula, y en la subida intrépida teje ese zurcido que el bíceps capitula.

Jarana burda consiste en pasearla como una perra, diseñan un collar con sus sogas metalizadas en el triángulo carotideo, a cofia de la prominencia laríngea y a saya de la región occipital, oprimen con aquella tensión que es incordio pero no letal, y cual si fuese una esclava en el coliseo romano la guían por el foro, humillan con aquellas bélicas palabrotas que tiene mejor educación el árabe que vende camellos, cortejos ni uno son bellos. Llegan a tal ridiculez el diálogo de los zoquetes que, si yo pretendiese desvelar, en su mente provocaría un abatido desvarío, y la gravedad que reviste la puede vos apreciar en un sencillo detalle, sólo de pensarlo ya da escalofrío.

Aceitunas hay en un pote, ¡a qué viene esto!, dirán ustedes, pues se debe a que usan el fruto del olivo como dardo y a ella por diana, hay comarcas que tienen premio, y quien le arree en el pedúnculo de sus tersos melones gana. Líquidos es otra jugarreta, da igual sea cafés barato o refrescos energéticos, que la ducha por el parietal el majareta. Ginebras dan un trago antes de empaparla, y las bebidas espumosas agitan cual maracas en la samba de un carnaval, la quieren chorrear cual manguera de bomberos proyecta su reguero bestial.

Al emprender la marcha con sus patines descalzos la mártir resbala, y el costalazo que se mete es para quedar maltrecha, pero malandrines se regodean cual labriego salva de las inclemencias su cosecha. En el reto le hostigan por arrastrarse como una gusana, y en cada noble intento que casi lo consigue le dan aquella coz por las nalgas que de nuevo derrumba su gloria espartana. Cuaja la perfidia a tal nivel que en la ciénaga se queda petrificada, y en la atmósfera se multiplican esas crueles muecas de la gente medieval con las brujas, ricos y aristócratas aprovechan para sus repugnantes pujas.

Cotiza al alza quien se decanta por la tortura, y se hunde en bolsa aquel especulador que arriesgó en la ternura. Beneficios van a ser golosos, pues transportada a la cocina la colocan a la zurda del horno, y la manivela que estipula los dígitos a cuales bullen las llamas se pone en la cifra del bochorno. Intenciones no desvelan, y con la mayor grosería que nunca se ha descrito lían la jarcia como turbante en el maléolo, aprisionan el tobillo en la pata de un armatoste pesado, servirá supongo para almacenar el pollo o el pescado, y la saña que aplican es de déspota malévolo.

Hermana sitúan al otro extremo, dista entre orillas tantas millas que el piragüista se emplea a fondo con el remo, y en esa fase donde la cautiva se opone crean la geometría de un trapecio isósceles, dado tiene un par de lados paralelos y en sus bases hay una rencilla, la mayor impone su regla y la menor le lleva la contraria por estar hasta la coronilla. Ningún ángulo es recto, las diagonales no son congruentes, y la mediana es quien consigue aguantar aquella coherencia que les libra de infortunados accidentes.

Por reforzar acometen ligaduras de la tibia al soporte, y al ceñirlo por impedir su mínimo desplazamiento ocasionan por el sóleo un liviano corte. Delicadeza es ausente en la maña de esos albañiles, quién sabe si es torpeza es intencionada o por incompetencia, ¡haga la votación!, aplasta la casilla del deliberado, y agravarlo es la tendencia. Se supo sin necesidad de ser vidente o adivina, pues liana se enreda en la cúspide de la rótula, un tercio diría de germinar el fémur establece la magistral fórmula, y sin pedir perdón ni opinión prolonga la hiedra a cuyo poste es el estilóbato donde descuartizan al conejo y al coyote.

Reclusa solloza a ese compás que por las cuencas se deshidrata, y los bramidos que invocan a su misericordia rugen en vano, pues arlequines que danzan a sus anchas tiene por cerebro una mezcla de veneno y guano. Mugidos excita a esos inútiles, y por zafia idea se la ha ocurrido una fantasía macabra, amarrará los pechos por el terraplén del pectoral y en latitud axilar, comprimiendo con esa firmeza que se castiga a la escapista cabra. Conseguirá por este método que el riego sanguíneo a los nódulos linfáticos y lóbulos de las glándulas se frene, y el resultado que se obtiene es las sandías amoratadas, violetas se tiñen, las venas a flote y el aullido aterrorizado de la cochina en el camarote.

Aspecto del busto es dantesco, y en la fogata que avivan calientan al rojo vivo una barra de acero, querrán marcar en su torso como el granjero con el cordero. Tono rúbeo aún le falta un trecho para la fundición, y en la demora que desquicia al impaciente y tolera estoico el sosegado toman un pepino, por el tamaño se confundiría en el bosque con un pino, y cual infantería blande su espada lo muestra en la jeta de lo inocente, ¡frase es lapidaria!, lo hincará a cuyo pozo se sumerge el buzo y el submarino.

Hortaliza introduce con aquel desdén que para el dolor no hay tratamiento, y la única sentencia válida en juzgados es la pena de muerte como escarmiento. Taja con las irregularidades y protuberancias las paredes áridas, y cual mortero con el ajo machaca fiero el grajo. Ladridos son aquel endeble moribundo que prefiere morir y ser enterrado, pues los pinchazos son como aquel minero inexperto que con la picota martillea la veta a destajo, ¡qué haces!, le inquiere el capataz, que con esos trompazos va a dejar hecho trizas el yacimiento. Replica que se entrena por adquirir práctica con el estropajo, y el despliegue de intelecto atrofiado queda patente cuando aprueba su ridículo argumento.

Caderas se convulsionan en ráfagas caóticas que distorsionan cuyas simetrías quiere ilustrar aquel novel dibujante, pero aduce a su profesor que los mayúsculos zarandeos exceden al galope enajenado de un soberano elefante. Recogió libreta y sus enseres, y al largarse de la clase escuchó el crujido similar de un bastón que se parte por la mitad, mas por leve y efímero le dio el atributo de banalidad.

"Un ruido extraño se oye mientras la chica sigue atada"

Tuvo razón en la suspicacia, que se produjo un ruido desconocido, ¡quién ha sido!, engendro perpetua la violación, pelele corea cada embestida con su pérfida ovación, zángano apremia su tanda para la acción, y desafortunada implora sea la guadaña que rubrique su defunción. Ha provenido del salón, y en el bautizo al revisar se divisa todo un orden, ¡tranquilos!, dijo un pazguato, que habrá tropezado en la azotea un búho cegato. Vuelve su envés con absoluto menosprecio al comedor, y retornando a la sala donde se guisa oye inconfundible ese cascabeleo que repica cuando se cae en la cerámica un tenedor. Lance no lo ha causado un huracán, tampoco se halla en el recinto cliente necio o genocida sultán, y nadie cree en la figura ficticia de un leviatán.

Zancos prospera sigiloso camuflado por la lóbrega oscuridad, desierto el recinto a babor y desolado a estribor, la popa es inhóspita y a proa, adyacente a cual taburete bloquea la salida, se aprecia una sombra hercúlea, y raudo da el aviso de alarma la sanguijuela, que la escultura no es una obra pintada en acuarela. Es fácil de intuir, dado su pectoral vigoroso rebasa los márgenes del marco, y sustentado navajas y machetes a pares acuden al rescate los tripulantes del barco.

En timbre desafiante pronunció la pandilla esa aria litúrgica de la clásica osadía por intimidar, léxico es austero y monótono, pues tantos delincuentes comunes de los suburbios como al corrupto policía que son virus desde aquellos imperios egipcios, tienen el mismo monólogo. Podrá identificar su jerga por el gobierno de la fanfarronada, adjuntan tacos que son sinónimos de elogiables oficios circenses o generosos corceles, y la modulación es como la del sobrino glotón que en las dientes se le engancha el merengue o la nata de los pasteles, mas ya puede ser su dialecto sánscrito o inglés, que el dios destino les ha condenado a su fúnebre traspiés.

Avanzó cuyo tranco mide una baldosa, y a cobijo de la barriga sebosa contempló sus pechos cárdenos, faltos de riego, la aureola ensanchada, y un cúmulo de filones venosos estrellados sobre la lona contrastada de su pálida dermis. Adelantó inclinando su pectoral, exiguo diez grados su escora, y pudo apreciar un río liviano de rúbea lava emanando por la línea oblicua del mandibular, que al apartar la jeta por evitar su morreo profano debió de herirse, cualquier rasguño con alambre es peligroso.

Otórgueme la licencia, dado yo soy el escritor, por describirle la cándida engañada, ya he dicho previo cabellos y cuencas de alteza, y moderno añado rondaba la veintena de edad, estatura loable, tampoco es dificultad ni mérito rebasar ese renacuajo, delgada a cuyas proporciones sentirá burla de las focas y rechazo de las palillos anoréxicas, tatuajes luce en el hombro, engalanan pero confunden de apariencia, no son quien aparentar ser. Por el acento me hubiera guiado si es local o foránea, mas enmudecida apenas emitía gemidos amordazados que son idioma mundial. Tumbaba supina, tenía los ojos cerrados por no guardar recuerdo visual de esta ofensa, ignominia termine pronto sin mayor lástima, tranquila esté, se acerca el desenlace.

Percibía nítido el campeón, en tanta proximidad, el perfume etílico del villano, sus neuronas en huelga indefinida, y un vapor de su garganta impregnaba el aire de una funesta falsificación del húmedo rocío cual cae bruñido sobre las cetrinas frazadas de los valles mientras la belleza, con increíble coraje, cumplía la amargura de su penuria.

Jadeaba que de consultarlo psicólogo diagnóstica esquizofrénico, a explotar muy fogoso, bordeando arriesgado los límites de la eyaculación precoz, mas demoró el verter su blanco semen, que en su maléfica estratégica tenía planeado al término derramar su esperma a una velocidad de vértigo por la careta genética de la joven, pero de ese final ya les anticipo se pueden olvidar, pues el reverenciado personaje se había acercado dotado de cuya cautela es maestro el espléndido tigre de pelo fino e ijar apretado, y ya junto a ellos se dejó notar, aquí no hay nada a celebrar.

Asustado, sacó el cipote que jamás debería de haber allanado parajes privados y prohibidos, y en su levantarse patoso casi se estrella contra los tabiques quebrados de humedad. Imitó marinero en cubierta de un pesquero zozobrando en la furia del recio océano, y en su desespero quiso agarrar en provisiones una robusta barra férrea, ¡qué demonios pretende el rufián!, ha de aprender el destino se acata, es estupidez de forajido esquivar o emprender huida de su sentencia.

Ondeando su cuerpo gladiador con garbo y bizarría, con los músculos hinchados en colérica tensión bajo su piel hirsuta, derrumbó al violador con la misma sencillez que usted resquebraja las hojas secas caídas del follaje de los árboles. Tornas giradas, ahora el bellaco clamó escocido el auxilio de su vecindad, mas no tuvo oportunidad ni de articular novicia sílaba, pues un rosario de fornidos impactos a quemarropa dejaron aturdido al botarate.

Banales disculpas se las mete por el culo, en estas infamias sobra prestar atención a su ramplona explicación, y en preguntar al ídolo por su nombre obtuvo por réplica un rugido devastador, pues si les digo que aquel caballero no era humano, sino mitad fiera y el resto juez celestial, quizá no me crean, mas no dudarían ni un instante de mi palabra cuando, alzando su puño al vuelo, a muy pocas pulgadas del gaznate rastrero, mostró en las púas de sus dígitos unas zarpas de arista mortal que sólo la fuerza omnipotente podía otorgar.

Abatido y derrotado, sacudió sus entrañas un terremoto a cuya magnitud ni el alcohol logra imitarlo. Sus ojos beodos le miraban con pavor, arrodillado en un indigno porte postrado ante tal emperadora figura, en plegaria que de haber oyente aposentado en el banco de las nubes habrá sentido de todos los colores, pero este tipejo es miseria evolutiva y en la hoguera de los espíritus execrables debe de arder. Perdón se lo pide a satán en su reino, aquí es en vano rellenar su formulario, tampoco pida cita o llame a ventanilla, dado jamás un mar embravecido se calma a rezos, ni las ígneas llamas de un fuego devastador se extinguen soplando con cariño, aunque bufón de la incultura continuó en bucle cantando la nana de su pena, implorando piedad del ejecutor al temerse lo peor.

Misericordia reclama ese excremento de cloaca, después de haber aterrado a la santa en un derrame de llantos desconsolados, con los cómplices moradores dicen ahí te parta un rayo, es irracional invocar socorro si esta especie es el mayor depredador de todo el planeta. Mírela, pávida y horrorizada, buscará en su mente la mística historia por aplacar la tristeza y rebosar energía, que está atada y desnuda, los pétalos de sus párpados irritados por cascadas de su congoja, cansada y casi por mendigar acabe su martirio pronto y pueda morir en paz.

Suprima este amargo adiós, que el destino ha dictado sea el violador ajusticiado, aplaudo yo, vítores es en mí inusual, ahora están acreditados, puto cabrón, vivir para morir sin llegar a existir. Puede orar o refunfuñar, advierta el cochino la sangre en labios de la joven amordazada, aún vagando su ilusión en el futuro incierto, ¡estate calmada!, cuatrero es quien naufraga.

Con un odio sin igual, ese ángel de la guarda atenazó con el pulgar y su séquito cuarteto el dipsómano pescuezo de aquel subnormal, que por primera vez en muchos años su hocico amplificado no injuriaba, urgía aspirar bocanadas de oxígeno puro. Ronco murmullo nació en legada cantina de beodos, actual sólo vive despojo y sus tonterías, y en un acto reflejo luchó contra esas tenazas, ya puede poner pueril entusiasmo o baldío arrojo, es ley universal del dios destino. De haber estado yo presente, mi conciencia habría dicho aprieta, indignado me enerva saber habitan estos adefesios, e incapaz de abastecer las exigencias de sus pulmones comenzó a boyar su angosto bufido en la opaca frontera de la vida. No obstante, sepa eliminó su existencia otra causa, ésta fue las herrumbrosas garras atravesando la arteria carótida primitiva cuanto a nosotros corresponde el dedo índice, una lanza hincada en la vena yugular interna si comparo al índice, la daga del pulgar empotrada en el cartílago tiroides, y las dos aguijadas restantes en la tráquea y la rama cervical transversa del plexo cervical.

"Todo borracho inmundo y asqueroso paga la factura reclamada por su destino"

Alegre es verle con la derrota en el semblante, que no repudio el babear de su rojo fluido y su epitafio en letras delirantes, escuche su tono, el estertor amortecido suena a luto. En la gravedad afligida se esfuerza por abandonar su ímpetu en cual desmayo de atraparle será eterno, y por mantenerse despierto atisbó a exclamar un gañido bilioso, baladí débil y exhausto, es insuficiente por franquear el confín de sus ladrillos.

¡Ah, infausto! Lo dicho al aire, éste se lo lleva, y para lo jamás nombrado siempre es tarde recordarlo.

Lo intentó de nuevo, fíjese qué ironía, ante el ataque ahora busca desesperado caminos, y sin embargo lleva larga década tumbado a la bartola, medallas se condecora a sí mismo con si a tal le ha dicho cual y a pascual otro por igual, arrogante hipócrita de los cojones, he oficiado lecturas de ficción donde escritoras y escritores han inventado menos mentiras. Métase su comedia el malandrín en el baúl, viaje a las cavernas del averno anuncian su inminente salida, que la fiera ecuánime alzó su gemela empuñadora, arbolado hasta lo alto donde su cúbito y radio coronaban el vértice del parietal. Arrojó desde esa estratosfera a cuya velocidad sesgó el viento en dos mitades, y empotró sus punzones despedazando el ramo de las arterias coronarias, su parentesco pulmonar, la aorta descendente y de propina la arteria subclavia descendente.

En las sombras quienes llevaban siglos caídas en las esquinas, desafiando a la incesante búsqueda con que la luz de plata la sometía, sonreían los ángeles negros de las tinieblas viendo sus pestañas caer sumidas en la siesta imperturbable de la muerte, y si se escandaliza de la felicidad por tal tragedia sepa yo apoyo las risas, que estos podridos errores evolutivos deberían de haberse aniquilado en la era de los neandertales. Carecemos de documentos en tal época, pero el desliz por razón desconocida es sensato aplicar remedio.

Ni rastro quedó de sus mastodónticas bravuconerías, con su parodia desteñida y sus labios glaciares sin un solo gesto pugnando por expresarse. Sepultado en un viscoso charco, con el trapezoide y el ganchoso y quinteto de metacarpianos ensortijando impotentes heridas por finiquitar su aborrecible hombría, acalló para siempre, ¡hurra!, hay que celebrarlo, ¡viva!, aflicción ni mínima ni gratuita, abonada mucho menos, y vayamos al siguiente de la lista, faena interminable garantiza no quedar jamás desempleado.

Un profundo aroma a óxido reemplazaba al fatídico elixir de su funesto ser, y quedó su vil patraña tétrica como un alborozo supino tendido sobre su fúnebre colchón. Un velo, el de la muerte, cubría su atuendo, preso del único sendero cual es parte indisoluble de un cadáver y en compañía de un silencio totalmente distinto al clásico orfeón de la noche, ese cual poesía inspira la isócrona melodía de los grillos o el silbar de la brisa noctívaga a los oídos dormirse.

Es otro silencio, desgarrador, conmovedor e inimitable, pues su piel languidecía a un adusto tono anémico que no hay matiz de superior amargor. Sus ojos reposaban en una modorra inerte que por más intentos de lavar y centrifugar no va a conseguir limpiar, y sus labios terriblemente amoratados parecían pedir con porfiado exaspero un beso que le despertara del hechizo, mas no estaba embrujado sino muerto. De sus poros emanaba un advenedizo frío, ni aterido ni crudo sino frígido, envueltos por una fallecida aura helada de la cual difunto es el único propietario.

En cuanto a ella, clepsidra latía bajo el yugo de la mordaza, quieta y asombrada, ese estorbo en un inmediato devenir es liviana ceniza. Para ser sincero, en su exterior estaba increíblemente fea, mutante, es innegable, sus cabellos alborotados con dilapidado arte y el rímel de sus ojos derretidos al deshielo de sus llantos, mas en el interior de su persona marchó la borrasca de su angustia, incrédula bien es cierto, imposible de reconocer ese marcial de la naturaleza o el universo. Tampoco importaba duda de dónde vino, ahí estuvo oportuno, y en cuanto al futuro se preguntó por qué ha de perseguirlo, muévase o quédese, se cumplirá el renglón de la derrota o la victoria escrita.

Vestía su efigie desnuda las manchas del violento amaranto, mortaja de aquel cadáver, no he soltado a disparo o ráfaga su nombre y no me atañe en absoluto, cuando ese gladiador se aproximó a su vera, y con una delicadeza que en la fantasía mental de mis leyentes tendrán enorme dificultad por imaginar, la liberó de cuyo bozal le impidió participar en debate y coloquio. Gesticuló el maxilar con ejercicios de masticar, dado habían quedado sus facciones anestesiadas, y sin haber avivado todavía su movilidad comprobó pudo guiar sus brazos adelante. Pestañeó fugaz, que en tanto rato tuvo su mirada sombría y borrosa le molestaba la difusa claror, y espectadora sobresaliente comprobó a muy corta distancia el goteo fresco de la lava grana por las azadas del depredador, toda la pintura cobriza es del crucificado cabrón.

Palabras muy bajas le musitó al oído, querrá saber qué le dijo, mas de la muchacha es su amena privacidad y no voy a quebrar la confianza en su severa intimidad.

Finalizaré esta fábula con cuatro párrafos, dedicado su inicial a la hermosa damisela, suspire vos aliviada y aliviado, quedó sana y libre, que en un despiste fugaz perdió de su campo de visión a su salvador, y al buscarlo se encontró solitaria. Quiso despedirse con gratitud, pero nadie deambulaba por el sucio mosaico de las aceras. No hubo senda de pisadas, no se percibió caballos de fábrica arrancar, aullidos de cilindros alejarse no hubo registro, y la única sospecha fue un hueco vacío entre la hilera de carrocerías donde poder aparcar. Sicarios del gobierno, agentes del orden, multa y opresión es su función, revisaron cámaras de espionaje, dícese por corruptos dictadores con la nomenclatura de seguridad, y tanto fuera establecimientos como portales o entidades bancarias y por supuesto carreteras no se encontró concordancia ninguna, indistinto peatón y tránsito, burda red ya prevista. Asumió la rescatada estas epopeyas carecen de dar gracias, y ya en la mujer presente disfruta jovial de la vida con su querida pareja, el tropel disparatado de leales amigas y divertidos amigos, y venidero tendrán un retoño, semilla de un apuesto empresario, juntos labran su próspero futuro.

De la gentuza escondida tras las alcobas de un barrio imbécil y pretencioso, son pobres miserables, pero en su morada verá televisores cuya longitud los brazos perpendiculares no abarcan, cito de ejemplo por lujos repugnantes de su fachosa biografía, no espere un milagro, éstos no ayudan ni colaboran, deme pan regalado le pedirán, mas ojee su congelador y verá estupefacto caprichos y laminerías, pastel de chocolate y dulces que desconozco, excluyo veneno sabido de mis dietas. Deducirá pues de esta plebe no abrieron ventanales, aunque hubieran escuchado el llorar, y en abroncarles su actitud dirán que se jodan los demás, cada una y uno se apañe como pueda, sarta de avaros y egoístas, el mismo rigor que aplican paguen por factura también.

Penúltimo parágrafo, para el fardo de grasa descuartizado, ardió en llamas y la autoritaria emergencia se topó al enfoque de sus linternas con una masa carbonizada e irreconocible, al foso con él, arrojado y despreocúpese, tocan posteriores sus copias contagiadas, los gregarios soberbios, imitadores con idéntico porte guarnecido, e incautos impostores vayamos a darles escarmiento, la rigurosa enseñanza práctica al filiado tormento de cual cordero terminó en el matadero.

Postreras rayas dedico a mi ídolo, triunfador de esta índole firmo y ubico en el planeta, que como la promesa de amor es oro al honor, cumplió con su cometido de regresar antes de despuntar el amanecer, ahí, con su dulce princesa, acostándose con sumo esmero de no despertarla, gloria dormida en la alcoba, y deslizó serpenteando suave la mano por encima de su camisón de seda, la abrazó con cariño, unió su frente a su rostro pavoroso de sueño, y de este modo llegamos a la meta, repose mi amada y amado seguidora y seguidor, que yo abro nuevo fichero y emprendo nuevo guion aventurero.

 

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